domingo, 12 de marzo de 2017

Historicismo

El término fue acuñado por el historiador alemán Karl Werner (1821-1888) para señalar una corriente de opinión que acentúa la importancia de la historia en el destino del hombre y de la sociedad. Ernest Renan (1823-1892), filólogo e historiador francés, afirmó que “la historia es la forma necesaria de la ciencia de todo lo que llega a ser. La ciencia de las lenguas es la historia de las literaturas y de las religiones. La ciencia del espíritu humano es la historia del espíritu humano”. Y el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911) sostuvo que “lo que el hombre es lo experimenta sólo a través de la historia”.
El historicismo es, en consecuencia, la tendencia a hacer de la <historia la ciencia fundamental para la interpretación de la realidad social. Todo se resuelve en la historia. El punto de partida de todas las demás ciencias es la historia.
La historia es, así, un punto de vista para comprender e interpretar correctamente los acontecimientos humanos. Es lo que los filósofos y antropólogos alemanes del siglo XIX llamaban verstehen: un peculiar modo de entender los sucesos humanos dentro del contexto histórico y a partir del conocimiento de la historia.
El historicismo juzga los hechos no por su valor intrínseco sino en función del medio histórico en el que se suscitan. Es su historicidad la que les da sentido. Pero no sólo los hechos: también la lengua, la literatura, el arte, el Derecho, las costumbres, la religión, las creencias, los sentimientos morales y otros elementos de la vida social, que son el producto de una elaboración colectiva, inconsciente e involuntaria, deben interpretarse en el contexto de la historia. Todos ellos están condicionados por circunstancias de espacio y de tiempo. Son valores históricos. No son, por tanto, absolutos ni eternos. Están sujetos a incesante transformación.
Para el historicismo antropológico, que es una de las direcciones que toma esta tendencia, el hombre es un ser esencialmente histórico. Esta es una de sus diferencias específicas con los animales. El hombre está inserto en la trama de la historia. Todo en él es historia. Sus pensamientos, sus conocimientos filosóficos, científicos, tecnológicos, artísticos historia son. Su experiencia vital es historia acumulada. Historia son también sus herramientas, las obras de sus manos, las creaciones de su inteligencia. Todo eso no es más que historia condensada.

Consecuentemente, las tradiciones y costumbres sociales, los sentimientos populares, el “tiempo histórico”, el “espíritu del pueblo”  —el “volksgeist”, que llamaba la escuela histórica alemana de Friedrich Savigny (1779-1861) y Wilhelm Grimm (1786-1859)—  y, en general, la manera de ser y de pensar de las sociedades y de los hombres están condicionados por la convivencia histórica o, para decirlo de otra manera, son un producto de la historia. 

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