miércoles, 15 de marzo de 2017

Capas de la pobreza

Cuando tenía un año a su papá le ofrecieron un trabajo en Buenos Aires y se mudaron desde San Juan con su mujer y sus cinco hijos, con la promesa de una casa y un futuro que nunca apareció. Todavía se le quiebra la voz a Daniel cuando lo recuerda. Pero la muerte de su papá irrumpió y, en medio del dolor, terminaron viviendo en un terreno usurpado en una villa de San Isidro.
Trabajaba en la calle pero no dejó de ir a la escuela aunque a veces el hambre doliera. Descubrió que algo lo apasionaba más que cualquier cosa, algo que lo hacía olvidar del frío y la pobreza. Era la música. Se le metía por los poros y no podía dejar de cantar cuando la escuchaba. Daniel amaba la cumbia. Su mayor sueño, le contaba a su mamá, era ser como Gladys, la Bomba Tucumana, esa mujer que a comienzos de los 90 hacía bailar a todos con su pollera amarilla. Un amigo le mencionó que en el centro cultural comunitario enseñaban a tocar el piano. Y fue.
Se levantaba muy temprano los sábados para no perderse las clases de Liliana Alpern, en la Fundación Crear Vale la Pena. Ella le enseñó todos los temas que quería y otros que ni siquiera se había imaginado. Supo de música clásica y tango, de Beethoven, Mozart y Piazzolla. Después de cinco años esa misma profesora le dijo que ya estaba preparado para devolverle a la comunidad lo que había aprendido. A los catorce años se convirtió en el profesor del barrio.
Durante varios años participó en la fundación, fue coordinador de grupos de jóvenes y llegó al cargo de Director General. Sin haber tocado un libro, su mamá le había enseñado el valor de lo que se gana con sacrificio. Con ese ejemplo Daniel estudió, se recibió de psicólogo social y se preparó para afrontar retos cada vez más grandes en donde aspiraba a lograr la integración social de personas que, como él, estaban en los márgenes. Armó un proyecto, “Argentina Canta por la Paz”, con mil ochocientos chicos de diferentes religiones para los festejos del Bicentenario.
Por medio de un amigo del barrio que había terminado en la cárcel se involucró con un proyecto artístico en donde los presos armaban su propia historieta, leían libros sobre liderazgo, y planificaban qué harían con sus propias vidas cuando salieran de ahí. Nada más liberador que el arte y los sueños para atravesar los barrotes.
Con un grupo de amigos fundó Creer Hacer, una organización desde la que piensan y desarrollan proyectos para fortalecer organizaciones sociales, para que la gente tenga un proyecto de vida. Así, por ejemplo, crearon “Tejido Solidario” para que las mujeres mayores del barrio Nordelta enseñaran a tejer y capacitaran a las mujeres del barrio las Tunas, de las que estaban separadas por muros y  prejuicios. O “Cava Abierta”, charlas en donde la gente del barrio cuenta sus testimonios personales, la presidenta de la Liga de Fútbol Femenino, una ex piquetera que armó una cooperativa, otra mujer que creó una productora, demuestran que no hay determinación en la pobreza aunque sea duro superarla. Además de animarlos a proyectar, los incentivan a usar las herramientas disponibles: sus mentes y sus propias manos.
Todas las mañanas Daniel se levanta para ir a trabajar a Las Páez, una empresa creada por tres amigos que se dedica a fabricar alpargatas con onda y exportarlas alrededor del mundo. Daniel es el Gerente de Felicidad y Cultura, piensa estrategias para que los empleados se sientan cómodos y felices durante sus horas laborales. Fue convocado por el CEO después de que se cruzaran en una de sus charlas. Cuando el CEO vio todo lo que había hecho, pensó que Daniel era el hombre ideal para aportar su mirada entrenada para captar necesidades y mejorar el ambiente. Entonces, al ingresar, uno puede encontrar empleados que saludan con sonrisas y bromean entre ellos. O subir las escaleras y dar con una sala que tiene juegos, una mesa de ping pong y sillones de colores que invitan al descanso. Mientras tanto la música que lo apasiona queda reservada para escuchar en el auto a todo volumen. Canta con las mismas ganas que tenía cuando copiaba las coreografías de sus ídolos de la cumbia y medía menos de un metro.
De cómo ese chico que al cumplir cinco años tuvo que salir a trabajar, de cómo Liliana Alpern le cambió la vida y del camino que recorrió y de cómo llegó a ser la persona feliz que es hoy, es de lo que habla en su charla TEDxRíodelaPlata. Prepararla no fue fácil. Buscar la mejor manera de presentarla, recortarla hasta que entrara en los minutos asignados era una tarea complicada para alguien que tenía tanto para contar. Con Sergio Meller, unos de los coaches de oradores de TEDxRíodelaPlata, empezaron a encontrarse en un bar. Enseguida notaron que a pesar de las diferencias tenían muchas cosas en común. Sergio, con un doctorado en Psicología y una consultora a su cargo, tenía su casa a diez cuadras de la de Daniel y compartía la misma expectativa por la llegada de un hijo. Finalmente la charla cobró forma. Daniel relató su historia y repasó las distintas formas de pobreza que tuvo que afrontar a lo largo de su vida.

Todavía conserva algo de inocencia cuando en TEDxRíodelaPlata y delante de tantas personas que no alcanza a abarcar con una mirada dice que aprendió que la pobreza no es que nos falte un plato de comida, que no es sólo eso. Tampoco es vivir en un barrio humilde. La definición de pobreza que da en su charla se vincula con su historia de superación y de amor. La comparte porque sabe que puede inspirarnos a trabajar para cumplir nuestros sueños y dar una mano amiga al que lo necesite. Él es una prueba de que una oportunidad puede transformarnos la vida. Los aplausos llegan desde todos los rincones, bajan en oleadas, la gente se para, algunos lloran. Los conductores del evento llaman a la mujer rubia. Liliana Alpern sube y abraza al chico que amaba la cumbia, al que le enseñó mucho más que notas musicales. Abraza al hombre que gracias a ella aprendió la mejor lección.

Positivismo

Consiste en no admitir como validos científicamente otros conocimientos, sino los que proceden de la experiencia, rechazando, por tanto, toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. El hecho es la única realidad científica, y la experiencia y la inducción, los métodos exclusivos de la ciencia. Por su lado negativo, el positivismo es negación de todo ideal, de los principios absolutos y necesarios de la razón, es decir, de la metafísica. El positivismo es una mutilación de la inteligencia humana, que hace posible, no sólo, la metafísica, sino la ciencia misma. Esta, sin los principios ideales, queda reducida a una nomenclatura de hechos, y la ciencia es una colección de experiencias, sino la idea general, la ley que interpreta la experiencia y la traspasa. Considerado como sistema religioso, el positivismo es el culto de la humanidad como ser total y simple o singular.

·         Evolución.

El término positivismo fue utilizado por primera vez por el filósofo y matemático francés del siglo XIX Auguste Comte, pero algunos de los conceptos positivistas se remontan al filósofo británico David Hume, al filósofo francés Saint-Simon, y al filósofo alemán Immanuel Kant.
Comte eligió la palabra positivismo sobre la base de que señalaba la realidad y tendencia constructiva que él reclamó para el aspecto teórico de la doctrina. En general, se interesó por la reorganización de la vida social para el bien de la humanidad a través del conocimiento científico, y por esta vía, del control de las fuerzas naturales. Los dos componentes principales del positivismo, la filosofía y el Gobierno (o programa de conducta individual y social), fueron más tarde unificados por Comte en un todo bajo la concepción de una religión, en la cual la humanidad era el objeto de culto. Numerosos discípulos de Comte rechazaron, no obstante, aceptar este desarrollo religioso de su pensamiento, porque parecía contradecir la filosofía positivista original. Muchas de las doctrinas de Comte fueron más tarde adaptadas y desarrolladas por los filósofos sociales británicos John Stuart Mill y Herbert Spencer así como por el filósofo y físico austriaco Ernst Mach.
·         Comte, Augusto (1798-1857).

Filósofo positivista francés, y uno de los pioneros de la sociología. Nació en Montpellier el 19 de enero de 1798. Desde muy temprana edad rechazó el catolicismo tradicional y también las doctrinas monárquicas. Logró ingresar en la Escuela Politécnica de París desde 1814 hasta 1816, pero fue expulsado por haber participado en una revuelta estudiantil. Durante algunos años fue secretario particular del teórico socialista Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, cuya influencia quedaría reflejada en algunas de sus obras. Los últimos años del pensador francés quedaron marcados por la alienación mental, las crisis de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de tiempo. Murió en París el 5 de septiembre de 1857.
Para dar una respuesta a la revolución científica, política e industrial de su tiempo, Comte ofrecía una reorganización intelectual, moral y política del orden social. Adoptar una actitud científica era la clave, así lo pensaba, de cualquier reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en especial de la progresión de diversas ciencias interrelacionadas, se desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que rige el desarrollo de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Curso de filosofía positiva (6 vols., 1830-1842). Dada la naturaleza de la mente humana, decía, cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar por "tres estadios teoréticos diferentes: el teológico o estadio ficticio; el metafísico o estadio abstracto; y por último, el científico o positivo". En el estadio teológico los acontecimientos se explican de un modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un dios. En el estadio metafísico los fenómenos se explican invocando categorías filosóficas abstractas. El último estadio de esta evolución, el científico o positivo, se empeña en explicar todos los hechos mediante la aclaración material de las causas. Toda la atención debe centrarse en averiguar cómo se producen los fenómenos con la intención de llegar a generalizaciones sujetas a su vez a verificaciones observacionales y comprobables. La obra de Comte es considerada como la expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la actitud de quien afirma que tan sólo las ciencias empíricas son la adecuada fuente de conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino de los reyes. El estadio metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad de las personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por el análisis científico o "sociológico" (término acuñado por Comte) de la organización política. Bastante crítico con los procedimientos democráticos, Comte anhelaba una sociedad estable gobernada por una minoría de doctos que empleara métodos de la ciencia para resolver los problemas humanos y para imponer las nuevas condiciones sociales.

Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente, reconocía Comte el valor de la religión, pues contribuía a la estabilidad social. En su obra Sistema de Política Positiva (1851-1854; 1875-1877), propone una religión de la humanidad que estimulara una benéfica conducta social. La mayor relevancia de Comte, sin embargo, se deriva de su influencia en el desarrollo del positivismo.

Materialismo histórico

El materialismo histórico es la doctrina del marxismo-leninismo sobre las leyes que rigen la evolución de la Sociedad humana. El materialismo histórico es la aplicación consecuente de los principios del materialismo dialéctico al estudio de los fenómenos sociales. Antes de Marx imperaba en la ciencia la interpretación idealista de la historia. La creación de la teoría del materialismo histórico está vinculada al descubrimiento más grande hecho por Marx en cuanto a la interpretación de la historia y de los sucesos históricos. “Así como Darwin descubrió la ley de la evolución del mundo orgánico, Marx descubrió la ley de la evolución de la historia humana; el hecho tan sencillo, pero oculto hasta entonces bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión, &c.; que por tanto la producción de los medios materiales inmediatos de vida y, por consiguiente, la correspondiente fase de la evolución económica de un pueblo o de una época son la base sobre la que se han desarrollado las instituciones estatales, las concepciones jurídicas, el arte y también las ideas religiosas de los hombres, con arreglo a la que por tanto deben explicarse y no al revés, como hasta entonces se había venido haciendo” (Engels). El materialismo histórico ve en el desarrollo de los modos de producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de los hombres, la fuerza principal que determina toda su vida social, condicionando también la transición de un régimen social a otro. Sin producir bienes materiales no puede existir ninguna Sociedad. El hombre, con la ayuda de los instrumentos de trabajo, de la técnica, en el proceso de producción influye sobre la Naturaleza, obteniendo lo necesario para subsistir. El progreso de la Sociedad depende del perfeccionamiento del proceso de evolución de la producción material. La historia de la Sociedad humana comienza desde el momento en que el hombre se eleva hasta el empleo de implementos, convirtiéndose en “un animal que produce instrumentos”. El aumento del dominio que el hombre ejerce sobre la Naturaleza halla su expresión en la evolución de las fuerzas productivas de la Sociedad. Y con la evolución de éstas, cambia también el otro aspecto necesario de la producción material: las relaciones de los hombres en el proceso de la producción, las relaciones de producción; cambia el régimen económico-social. El cambio de las formaciones económico-sociales (ver) en la historia (el régimen de comunismo primitivo, el régimen esclavista, el feudal, el burgués, el socialista) es, ante todo, la substitución de unas relaciones de producción por otras más progresistas. Este cambio es siempre la consecuencia, necesaria y sujeta a leyes, de la evolución de las fuerzas productivas de la Sociedad. El afianzamiento de las nuevas relaciones de producción suele tener lugar con el derrocamiento revolucionario de las viejas relaciones de producción. Los méritos más grandes de la teoría del materialismo histórico de Marx radican, por consiguiente, en haber puesto ante todo, su atención en las condiciones objetivas de la producción material, en las leyes económicas que rigen la vida de la Sociedad y que son el fundamento de toda la actividad histórica de los hombres. Gracias a la teoría de Marx, “el caos y la arbitrariedad que imperaban en las opiniones sobre la historia y sobre la política dejaron el puesto a una teoría científica asombrosamente compleja y armónica, que revela cómo de un sistema de vida social, al crecer las fuerzas productivas, se desarrolla otro más alto, cómo de la servidumbre de la gleba, por ejemplo, nace el capitalismo” (Lenin). Descubrir en la producción material el verdadero fundamento de toda la vida y de la evolución de la Sociedad, permitió comprender por vez primera el gran papel creador que las masas populares y trabajadoras desempeñan en la historia. La historia de la evolución social fue comprendida por primera vez como “la historia de los propios productores de bienes materiales, la historia de las masas trabajadoras, que son el factor fundamental del proceso de producción y las que llevan a cabo la producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de la sociedad. Esto quiere decir que la ciencia histórica, si pretende ser una verdadera ciencia, no debe seguir reduciendo la historia del desarrollo social a los actos de los reyes y de los caudillos militares, a los actos de los “conquistadores” y “avasalladores” de Estados, sino que debe ocuparse, ante todo, de la historia de los productores de los bienes materiales, de la historia de las masas trabajadoras, de la historia de los pueblos” (Stalin). En dependencia del modo de producción existente, de la existencia material de la Sociedad, se estructura también un determinado carácter histórico de todo el régimen social, de las instituciones políticas, la manera de pensar de los hombres, sus concepciones, ideas y teorías. La existencia social determina la conciencia social. No es posible comprender correctamente la esencia de las instituciones políticas, de las ideas y teorías, si se pierde de vista la base material de su origen: la estructura económica de la vida de la Sociedad. No se puede comprender por qué en una época determinada nacen unas instituciones e ideas, y otras en distinta época, si se toman como punto de partida las propias instituciones e ideas y no el modo de producción. Por ejemplo, las formas del Estado explotador (el Estado esclavista, feudal y capitalista) siempre dependieron de la división de la sociedad en clases: esclavistas y esclavos, feudales y siervos, burgueses y proletarios. También las formas de la conciencia social (las concepciones políticas, la filosofía, la ciencia, la religión, &c.), dependen siempre, en última instancia, de las relaciones de producción imperantes entre los hombres, formas que cambian radicalmente al cambiar el modo de producción, al cambiar el régimen económico. Al explicar el origen y la dependencia de las instituciones políticas, ideas y teorías respecto del modo de producción, la teoría del materialismo histórico no niega, ni mucho menos, la importancia de las primeras en la vida de la Sociedad. Al contrario, el materialismo histórico subraya su enorme papel social. Y con ello, difiere de raíz del materialismo económico) (ver). Una vez surgidas, las instituciones e ideas políticas y sociales se convierten en una fuerza que influye sobre las propias condiciones que las habían engendrado. Actúan como fuerzas reaccionarias al servicio de los sectores y clases atrasados de la Sociedad, frenan el desarrollo social; o bien, sirviendo a las clases avanzadas y revolucionarias, impulsan ese desarrollo. El materialismo y el historicismo consecuentes están íntima e indisolublemente unidos en la teoría del materialismo histórico. Por eso, precisamente, con el descubrimiento de la teoría del materialismo histórico, la ciencia social se ha convertido por vez primera en la auténtica ciencia sobre las leyes que rigen la evolución de la Sociedad humana.

domingo, 12 de marzo de 2017

Escuela de los Annales

La Escuela de los Annales es una escuela historiográfica, denominada así por la publicación de la revista francesa Annales d'histoire économique et sociale (después llamado Annales. Economies, sociétés, civilisations, y renombrado en 1994 como Annales. Histoire, Sciences sociales), en donde se publicaron por primera vez sus planteamientos. La escuela de los Annales se caracteriza por haber desarrollado una historia en la que se han incorporado otras ciencias sociales como la geografía, la sociología, la economía, la psicología social y la antropología, entre otras.

Anales Braudelianos
Los Annales Braudelianos nacen pues, bajo las raíces de los Annales de transición de Lucien Fevbre, pero es hasta 1956 que Braudel toma la dirección de la revista en 1968 y su influencia se hace sentir, y define los perfiles esenciales de esta corriente  que se caracterizara por desechar el concepto burgués de la temporalidad que solo existe un solo tiempo, homogéneo y vacío. Braudel, afirma que existen múltiples tiempos. En estos Annales prosperan los temas sobre la civilización y su historia, cuya perspectiva es a larga duración. También le dan importancia a temas sobre los precios, la moneda y modos de alimentación. Muestra cierta afinidad con el Marxismo.
Es un movimiento marcado por cambios culturales, traídos por la revolución cultural de 1968. Cambios que afectan a todo el ámbito social. Es decir, esto va más allá de la historiografía.

Annales de las mentalidades y la antropología histórica
Estos  Annales están marcados por una ruptura con respecto a los anteriores, pues ponen en segundo plano a los temas económicos y centran su atención en la “Historia de las Mentalidades” y en la “Historia Antropológica”. Abandona la idea de una historia global por una general, Una historia que no sea tributaria de ninguna ortodoxia ideológica

La antropología histórica tiene como objeto recuperar los temas y problemas más clásicos de la Antropología; por otro lado, La historia de las mentalidades se concentra en el estudio de las actitudes mentales, las visiones colectivas de las cosas, sentimientos y creencias  de una sociedad.

Historicismo

El término fue acuñado por el historiador alemán Karl Werner (1821-1888) para señalar una corriente de opinión que acentúa la importancia de la historia en el destino del hombre y de la sociedad. Ernest Renan (1823-1892), filólogo e historiador francés, afirmó que “la historia es la forma necesaria de la ciencia de todo lo que llega a ser. La ciencia de las lenguas es la historia de las literaturas y de las religiones. La ciencia del espíritu humano es la historia del espíritu humano”. Y el filósofo alemán Wilhelm Dilthey (1833-1911) sostuvo que “lo que el hombre es lo experimenta sólo a través de la historia”.
El historicismo es, en consecuencia, la tendencia a hacer de la <historia la ciencia fundamental para la interpretación de la realidad social. Todo se resuelve en la historia. El punto de partida de todas las demás ciencias es la historia.
La historia es, así, un punto de vista para comprender e interpretar correctamente los acontecimientos humanos. Es lo que los filósofos y antropólogos alemanes del siglo XIX llamaban verstehen: un peculiar modo de entender los sucesos humanos dentro del contexto histórico y a partir del conocimiento de la historia.
El historicismo juzga los hechos no por su valor intrínseco sino en función del medio histórico en el que se suscitan. Es su historicidad la que les da sentido. Pero no sólo los hechos: también la lengua, la literatura, el arte, el Derecho, las costumbres, la religión, las creencias, los sentimientos morales y otros elementos de la vida social, que son el producto de una elaboración colectiva, inconsciente e involuntaria, deben interpretarse en el contexto de la historia. Todos ellos están condicionados por circunstancias de espacio y de tiempo. Son valores históricos. No son, por tanto, absolutos ni eternos. Están sujetos a incesante transformación.
Para el historicismo antropológico, que es una de las direcciones que toma esta tendencia, el hombre es un ser esencialmente histórico. Esta es una de sus diferencias específicas con los animales. El hombre está inserto en la trama de la historia. Todo en él es historia. Sus pensamientos, sus conocimientos filosóficos, científicos, tecnológicos, artísticos historia son. Su experiencia vital es historia acumulada. Historia son también sus herramientas, las obras de sus manos, las creaciones de su inteligencia. Todo eso no es más que historia condensada.

Consecuentemente, las tradiciones y costumbres sociales, los sentimientos populares, el “tiempo histórico”, el “espíritu del pueblo”  —el “volksgeist”, que llamaba la escuela histórica alemana de Friedrich Savigny (1779-1861) y Wilhelm Grimm (1786-1859)—  y, en general, la manera de ser y de pensar de las sociedades y de los hombres están condicionados por la convivencia histórica o, para decirlo de otra manera, son un producto de la historia.